Hace nueve años, jamás hubiera imaginado que hoy estaría ayudando a otros a superar sus adicciones. Mi vida era un caos, un túnel sin salida lleno de adicciones, malas decisiones y pérdidas constantes. Me encontraba atrapada en la oscuridad, sin esperanza ni una luz que me guiara.
Recuerdo esos días como una interminable pesadilla. Cada mañana despertaba con la misma sensación de vacío, intentando llenarlo con alcohol y drogas. Creía que eso me permitiría escapar de mi realidad, sin darme cuenta de que cada día me hundía más en un pozo sin fondo. Tocó fondo el día que me quedé sola, sin familia, sin amigos, y sobre todo, sin respeto por mí misma. En ese momento comprendí que, si no cambiaba, mi destino sería el hospital, la cárcel, o lo peor, el cementerio.
El Camino a la Recuperación
Tomé la decisión de ingresar a un centro de rehabilitación por mi propia voluntad. Fue un primer paso lleno de miedo y dudas, y al principio me costaba confiar en las personas que querían ayudarme. Pero a medida que pasaban las semanas, algo empezó a cambiar dentro de mí. Encontré apoyo en otros adictos que, como yo, también sufrían y luchaban. Ese sentimiento de comprensión me dio la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
Lo más difícil no fue dejar de consumir, sino enfrentar mis propios demonios: la culpa, el resentimiento y el miedo. Aprendí que la recuperación no se trata solo de dejar las sustancias, sino de aprender a vivir de nuevo, de sanar heridas profundas y emocionales. Fue un proceso de reconstrucción desde cero, y aunque fue duro, descubrí que la vida, por muy difícil que parezca, siempre vale la pena.
De Adicto a Operador
Al terminar mi proceso de un año, sentí un llamado. Algo en mi interior me decía que mi vida tenía un propósito, que mi historia podía servir para inspirar a otros. Decidí quedarme como voluntaria en el centro que me rescató, ofreciendo mi apoyo a aquellos que llegaban tan perdidos como yo lo estuve.
Con el tiempo, me ofrecieron el puesto de operador a tiempo completo, una oportunidad que nunca imaginé tener. Hoy trabajo en un lugar donde cada día veo reflejada mi propia lucha en los demás. Ayudar a otros en su camino hacia la recuperación es lo más gratificante que he vivido. No voy a mentir, hay días difíciles; ver a alguien recaer, lidiar con los conflictos internos de los pacientes o revivir sus traumas puede ser agotador. Sin embargo, siempre me recuerdo a mí misma de dónde vengo y por qué hago esto.
Cada mañana me despierto con la esperanza de que mi historia pueda alentar a alguien más, de que otro pueda encontrar la fuerza para pasar de la oscuridad a la luz.
Un Mensaje de Esperanza
Para todos aquellos que están luchando, ya sea como residentes o como operadores en recuperación, mi mensaje es claro: nunca subestimen el poder del cambio. Si yo pude, tú también puedes. Hoy, y cada día de mi vida, elijo la sobriedad.
Ser operador es más que un trabajo; es una misión de vida. Saber que cada palabra de aliento y cada gesto de apoyo puede cambiar el rumbo de alguien es lo más valioso que he experimentado. Hoy vivo en la luz, y mi propósito es guiar a otros para que también encuentren la suya.
Si estás en la oscuridad, recuerda: siempre hay un camino hacia la luz.
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